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Homilies | Sunday, August 20, 2017

'Servir es reinar'

Homilía del Arzobispo Wenski al concluir peregrinación de la Virgen del Viejo

Homilía del Arzobispo Thomas Wenski en la Misa de Clausura de la XV Peregrinación de la Imagen de la Inmaculada Concepción del Viejo por la Arquidiócesis de Miami. XX Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de agosto, en St. Mary Cathedral.

Queridos hermanos y hermanas,

Nos hemos reunido el domingo, día en que Cristo venció a la muerte, para alimentarnos del Pan que da la vida eterna y de la Palabra que salva. Y lo hacemos en una ocasión muy especial, al celebrar en esta Eucaristía la clausura de la peregrinación que ha llevado a la venerada imagen de la Inmaculada Concepción del Viejo, Patrona de Nicaragua, por diferentes parroquias de nuestra Arquidiócesis de Miami culminando su recorrido de fe y alegría en esta Santa Madre Iglesia Catedral. Una vez más, y por 15 años consecutivos, ha querido La Purísima visitar a sus hijos lejos de la patria para traerles el alegre mensaje del amor cristiano y para hacerles sentir su protección incondicional en las horas de angustia y en los momentos de alegría. Para recordarles que así como un día salió presurosa para servir a su prima Isabel, no ha cesado de ponerse en camino hacia cada nicaragüense donde quiera que se encuentre, desde que hace 455 años quiso colocar su trono en el corazón de sus hijos y convertirse en parte esencial de la identidad de todo un pueblo.

Queridos hermanos, esta celebración en la que recordamos a nuestra Madre en su advocación de Inmaculada Concepción, se enmarca de manera providencial dentro de la octava entre dos fiestas marianas íntimamente conectadas: la solemnidad de la Asunción y la fiesta de María Reina. Habiéndola ya venerado como asunta en cuerpo y alma a los cielos, en pocos días la celebraremos como reina para meditar lo que ya nos recordaba el prefacio de la Misa en la fiesta de la Asunción: que la que concibió en su seno al autor de la vida, estaba llamada a compartir su realeza en la gloria, sin experimentar la corrupción del sepulcro.

De manera magistral lo expresa la Constitución Dogmática “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II al decirnos que “la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida temporal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte (LG 59). Son verdades de fe de invaluable riqueza espiritual para quienes, unidos a la Iglesia universal poseemos la dicha de alegrarnos con María, y aprendiendo de sus virtudes e implorando su intercesión, nos esforzamos junto a ella y su amado Hijo por hacer realidad la máxima, “servir es reinar”.

En este domingo la palabra de Dios nos invita a reflexionar en torno a la universalidad de la salvación y cómo todos los creyentes, sin distinción, hemos sido llamados a formar parte del pueblo de la Nueva Alianza. En la primera lectura del Libro de Isaías, se prefigura dicha salvación mostrando la misericordia sin limites de un Dios que quiere abrir su corazón a los habitantes de toda nación y atraerlos hasta su monte santo, porque “mi casa es casa de oración y así la llamaran todos los pueblos” (Is 56, 7). Y este mensaje de salvación para toda la humanidad, hecho ya realidad en Jesucristo, es el que nos quiere transmitir María haciéndose presente y saliendo a nuestro encuentro a lo largo de la historia.

En efecto, es el mensaje de amor sin límites ni fronteras que Jesús nos quiere ofrecer de las manos de su Madre, y Madre nuestra. Y si el profeta anunciaba que los pueblos irían hasta el monte del Señor, María, la Madre de Dios, sabe muy bien ponerse en camino hasta nosotros para invitarnos al encuentro con su Hijo Jesucristo. Y no es difícil encontrar las huellas de su andar presuroso en todos nuestros pueblos, a través de todos los rostros y nombres conque la veneramos: Guadalupe en México, y Chinita en Colombia y en Venezuela; de Suyapa en Honduras y de Lujan en Argentina; de la Altagracia en Republica Dominicana, de la Caridad en Cuba y de la Providencia en Puerto Rico. Y en Nicaragua, ¿quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!

Hermanos y hermanas, el evangelio que ha sido proclamado refuerza este mismo mensaje de salvación para todos sin excepción. Se nos presenta la fe perseverante de una mujer extranjera y por lo tanto, no merecedora -a los ojos de muchos- del amor y la misericordia de Dios. Una madre que en medio del sufrimiento experimenta la llamada de Dios a la fe, y hace lo imposible por recibir la atención del Maestro. Ella, sin ser miembro del pueblo de la Alianza, sabe poner toda su confianza en Aquel que la pondría a prueba pero que al final no la defraudaría, porque como nos recuerda hoy el apóstol Pablo, “los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rom 11, 29).

Pero los gritos de aquella madre también nos hablan de la necesidad de no desfallecer en la oración; de mantenernos firmes en la esperanza contra toda esperanza, postrándonos como ella delante del Señor y confiando siempre en su divina misericordia. El evangelio nos muestra cómo incluso ante el aparente rechazo de Jesús, la mujer se mantiene firme en el propósito de conseguir la sanación de su hija, y no cesa en sus súplicas hasta llegar a ser escuchada y atendida en su necesidad. Y tal es su fe y su esperanza en el poder de Dios, que se hace merecedora del hermoso halago de Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas” (Mt 15, 28).

Se trata una fe grande y probada la de aquella cananea, como también lo ha sido a través de los años la fe del pueblo nicaragüense; un pueblo que dentro y fuera de la patria, en medio de la dificultad y la esperanza, sabe darnos ejemplo y mostrarnos con su amor a Jesús y su profunda devoción a La Purísima, dónde es que se encuentra la verdadera alegría: aquella que nace del amor y la confianza en Dios y de la sincera devoción a su santísima Madre.

Pero la devoción a María debe siempre animarnos a continuar avanzando en nuestro camino cristiano. Amar a María, que es modelo de creyente, implica imitar su ejemplo. Venerarla en cualquiera de sus advocaciones, y especialmente bajo el hermoso título de La Purísima, nos compromete a esforzarnos por poner en práctica sus virtudes, siendo fieles y dóciles a la Palabra de Dios, aceptando humildemente sus designios y la misión que El nos quiera encomendar en cualquier etapa de nuestra vida. Venerar a María nos impulsa también a ponernos en camino para servir a los más necesitados, llevar esperanza a los más alejados, y proclamar con nuestra vida diaria la llegada del Reino de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, hoy despedimos la venerada imagen que nos muestra el amor de la Patrona de Nicaragua por sus hijos en Miami, ciudad a la que tanto aportan con su laboriosidad y su testimonio de fe. Como siempre, La Purísima ha venido a contagiarnos su alegría para que junto a nuestros hermanos nicas, en León, Chinandega, Estelí, Managua, Matagalpa, Granada…, y en Miami, Kendall, Hialeah, Sweetwater, y más allá, podamos exclamar un año más con todo el gozo de la fe:

¿Quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!

Que así sea.

Comments from readers

Yelva Berry - 08/23/2017 03:20 PM
Fue una Misa bellisima. Gracias Arzobispo. Gracias Monsenor Urbina. Gracias Monsenor Bosco Vivas. Dios los bendiga y su Santa Madre los cuide, y nos cuide a todos!

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