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Homilies | Tuesday, December 12, 2017

'Mar�a de Guadalupe no es un hecho del pasado'

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De izquierda a derecha: Vanesa Lagunas, Isabel Nuñez, Raquel Arriada, and Anadeisy Aguirre, vestidas con atuendos folklóricos, se preparan para bailar en honor a la Virgen de Guadalupe.

Fotógrafo: ROBERTO AGUIRRE | FC

De izquierda a derecha: Vanesa Lagunas, Isabel Nuñez, Raquel Arriada, and Anadeisy Aguirre, vestidas con atuendos folklóricos, se preparan para bailar en honor a la Virgen de Guadalupe.

Homilía del Arzobispo Wenski en la Misión de Santa Ana en la Solemnidad del día de Nuestra Señora de Guadalupe. 

Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe.  Ella es el orgullo de nuestra raza. Ella es la patrona de nuestra América y de México donde hace casi 5 siglos hizo su morada entre esa nueva raza que nació del encuentro de dos culturas. Para México y para toda América Latina, ella fue, es todavía, y será por siempre estrella de la evangelización, anunciándonos la aurora de un nuevo día, ese día cuando su hijo, nuestro Señor, venga para traernos la paz, la salvación, el bienestar. 

Como Arzobispo de esta iglesia local de Miami, estoy muy contento estar aquí con Uds. para celebrar esta misa en honor de la Virgen del Tepeyac. Le pido a ella su intercesión por todos Uds. y por sus seres queridos, sobre todo por esas personas que se encuentran muy lejos. 

El Padre Rafael Cos, administrador de la Misión de St. Ann, le da las gracias al Arzobispo Thomas Wenski por haber participado con su comunidad en la celebración de la Virgen de Guadalupe.

Fotógrafo: ROBERTO AGUIRRE | FC

El Padre Rafael Cos, administrador de la Misión de St. Ann, le da las gracias al Arzobispo Thomas Wenski por haber participado con su comunidad en la celebración de la Virgen de Guadalupe.

Angélica Velasquez y Franciso Miguel Juarez re-crearon la conversación entre la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego.

Fotógrafo: ROBERTO AGUIRRE | FC

Angélica Velasquez y Franciso Miguel Juarez re-crearon la conversación entre la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego.

El Arzobispo Thomas Wenski sale del precinto al terminar la Misa, acompañado de los dos pequeños, Angélica Velasquez y Francisco Miguel Juarez, que re-crearon la conversación de la Virgen de Guadalupe con San Juan Diego. A la izquierda está el Padre Richard Vigoa, maestro de ceremonias del arzobispo.

Fotógrafo: ROBERTO AGUIRRE | FC

El Arzobispo Thomas Wenski sale del precinto al terminar la Misa, acompañado de los dos pequeños, Angélica Velasquez y Francisco Miguel Juarez, que re-crearon la conversación de la Virgen de Guadalupe con San Juan Diego. A la izquierda está el Padre Richard Vigoa, maestro de ceremonias del arzobispo.

Maria de Guadalupe no es un hecho del pasado. Ella sigue muy presente en el caminar de la Iglesia, que es siempre peregrina en esta tierra. Por lo tanto, ella esta muy presente con Uds.  

Cinco siglos de historia son testigos de la presencia maternal y solicita de la Morenita.  Sin ella, América estaría incompleta. Además sus palabras y sus gestos siguen vivos en el corazón de nuestros pueblos. Aunque Uds. se encuentran lejos de la patria que les vio nacer, esa estrella que es la Madre de Dios sigue alumbrándoles el camino que les llevara al encuentro con “el Dios de Gran Verdad, de Aquel por Quien vivimos; de El Creador de Personas, de El Dueño de lo que esta Cerca y Junto; del Señor del Cielo y de la Tierra". 

Ese camino es por la Iglesia, por la Iglesia fundada por Cristo, y dirigida por los sucesores de San Pedro y los apóstoles, el Papa y los obispos. Esa iglesia es católica – y esa palabra es muy importante – pues viene del idioma griego y quiere decir universal, o sea para todos. La Iglesia es la Casa de Dios – y todos están convidados a esta casa.  Nadie puede ser excluido. Todos somos ciudadanos, todos herederos.  El único documento que se nos falta es la fe del bautismo. 

El ama de la casa es Maria. Y la providencial aparición de la Virgen Maria, con rostro mestizo, en el Tepeyac (1531) afirmó que la fe cristiana no es una fe solamente para los europeos sino que es la fe y el camino de la salvación para todas las naciones y todas las razas de la tierra. 

En la guadalupana los valores del pueblo indígena (Náhuatl) vienen asumidos, elevados y purificados. Ella es la primera mestiza, el primer fruto del encuentro de dos culturas, de dos modos distintos de concebir la vida.  Toda gestación de los pueblos y culturas es siempre dramática, envuelta en luces y sombras. La Virgen Madre de Guadalupe en medio de todo ese revuelo fue un faro que daba una luz esperanzadora.  

Al trenzar su imagen en las fibras del manto de este hombre sencillo que fue San Juan Diego, Maria identificada su persona y su vida con la de el y con la dignidad, la importancia y las labores de aquellos que estaba visitando.  En cierto sentido, se tejía a si misma en las profundas fibras de esa gente. 

Cuando todo era muerte, destrucción y ruinas, Dios no podía dejar al pueblo recién conquistado en manos de la desolación y la oscuridad, y de esta manera surge la esperanza, pues la Señora de Tepeyac, al hablar al indio en su lenguaje, le hace entender a Juan Diego, y en el a toda su raza, que no estaba todo definitivamente perdido, que en la nueva religión cabían todas las culturas, que también siendo indígena se podía ser cristiano y se debía trabajar por el Reino de Dios. Un mundo nuevo comenzaba a nacer.  En el que el indígena tendría acceso y su cultura debía enriquecer la cultura venida del mar. 

El encuentro con Maria y la misión confiada al indio, lo lleva  que se supere; de hombre convencido de su inutilidad y opresión lo convierte en alguien convencido de su dignidad, lo lleva a considerarse portador de un mensaje tanto para el Obispo como para sus hermanos.

Por lo tanto, esta misa, no debe ser solamente una mirada al pasado de nuestra fe cristiana impulsada en el Tepeyac, sino también es una mirada esperanzadora hacia los desafíos del presente para provocar un futuro que se consolida bajo la guía del Espíritu Santo. 

Maria se encuentra hoy con nosotros y nos confía la misma misión que en un día como el  de hoy confió a San Juan Diego. Uds. están experimentando en su propia carne un nuevo encuentro de dos culturas – y ese encuentro que es muy dramático también esta envuelto en luces y sombras. No tengo que detallar las humillaciones, las injusticias, las luchas y los incertidumbres que forman parte de la vida cotidiana del “migrant worker” en los Estados Unidos.Saben de esto mejor que yo.  Tampoco, Dios no puede dejar les a Uds. en manos de la desolación y la oscuridad. Al contemplarle a ella, Uds. ven el reflejo de sus rostros bronceados por el sol.  La Virgen de Tepeyac todavía se teje a si misma en las profundas fibras de sus vidas. Ella quiere que Uds. sean como Juan Diego – que sean convencidos de su dignidad – Que no tengan miedo de ser portadores de la fe.  Que no tengan vergüenza – ni de su cultura, ni de su idioma, ni de su pobreza.  Pues tienen algo para aportar y deben enriquecer esta cultura en la cual se encuentran hoy.  En ese encuentro con el indio Juan Diego y el Obispo español, Maria nos ha ensenado que no hay nadie tan rico que no puede recibir; ni tampoco hay nadie tan pobre que no puede dar. 

Con la Guadalupana delante superamos todos los obstáculos en nuestro caminar hacia el nuevo mundo, ese mundo de esperanza y de libertad que aguardamos con firmísimo fe en este tiempo de Adviento. La Virgen de Tepeyac lleva en su vientre el niño Dios. Juan Bautista lo anuncio cuando pregonaba en el desierto: Preparen el camino para el Señor.  La Virgen de Guadalupe, morenita y mestiza como los pueblos de la América nos preparó el camino cuando dijo su “si” a Dios en Nazaret.  Desde Tepeyac, ella sigue enseñándonos como decir si también. Que seamos todos portadores de su Buena nueva como ella. 

Virgen de Guadalupe, intercede por nosotros. 

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