
La Iglesia y la
Monday, July 13, 2015
*George Weigel
Estos serios pensamientos tienen lugar a raíz de la decisión de la Corte Suprema sobre el matrimonio:
(1) La Corte Suprema de los Estados Unidos ha emitido una decisión que pone a la Corte en contradicción con la Constitución, la razón, y la religión bíblica.
(2) La Corte Suprema se ha equivocado anteriormente. Se equivocó sobre la raza en Dred Scott y repitió el error en Plessy contra Ferguson (que confirmó la segregación en lugares públicos). Se equivocó por inventar un "derecho" constitucional al aborto a solicitud en el caso de Roe contra Wade, y duplicó ese error al equivocarse de nuevo sobre el aborto en Casey contra Planned Parenthood. Ahora la Corte Suprema ha vuelto a equivocarse con el matrimonio. Hay remedios para las equivocaciones de la Corte Suprema; uno de ellos es una reevaluación cuidadosa, durante la campaña de 2016, de la teoría de la "supremacía judicial", que sostiene que la Constitución significa lo que una mayoría de la Corte dice que significa.
(3) La batalla del matrimonio se había perdido en la cultura mucho antes de que se perdiera en los tribunales. Los cimientos de nuestra cultura se han erosionado; ahora, la nueva normalidad insiste en que, literalmente, todo es de plástico, maleable, y sujeto a los actos de la voluntad humana. El resultado es un momento de profunda incoherencia moral en el que la comprensión de la naturaleza humana y la felicidad humana, que durante milenios ha superado la prueba de la experiencia, está siendo descartada como mera basura - y los que se resisten a destrozar el patrimonio moral de la humanidad son ignorados como fanáticos irracionales, fanáticos religiosos, o ambos. Esta nueva normalidad es capricho-en-esteroides, sobre todo cuando ese capricho implica la sexualidad humana. Al parecer, nada constituye un comportamiento aberrante - excepto la defensa pública de la virtud tradicional.
(4) La Iglesia Católica en los Estados Unidos es responsable en parte por esta incoherencia. Hace 60 años, estaba claro que la antigua y principal hegemonía cultural protestante se desvanecía, que era necesario un fundamento cultural suplente para la democracia americana; y que se debía capacitar a un nuevo grupo de ciudadanos líderes, capaces de articular las verdades morales sobre las que descansa el experimento democrático de América, y el candidato ideal para hacer todo esto era la Iglesia Católica. Pudo haber sucedido. Pero gran parte del liderazgo de clérigos y líderes laicos de la Iglesia perdió el valor después de la Humanae Vitae; la oportunidad se perdió en medio de la vorágine de los años sesenta y la decadencia de los años setenta, y las fuerzas de la incoherencia resultaron vencedoras.
(5) La nueva normalidad no dejará tranquila a la Iglesia Católica. Al igual que todos los demás que se oponen a la ideología de la nueva normalidad de que todo es permisible, la Iglesia Católica será atacada agresivamente por haberse atrevido a oponerse a tal ideología. Por eso, la Iglesia debe aprender, rápido, cómo jugar una buena defensa, la defensa del derecho de nuestro pueblo y nuestras instituciones para ser ellas mismas; esto le hará un favor a los Estados Unidos en el proceso. (Un buen manual para analizar estos asuntos es la reciente carta pastoral del cardenal Donald Wuerl, de Washington, Being Catholic Today: Catholic Identity in an Age of Challenge (Ser Católico Hoy: La Identidad Católica en una Era de Desafío).)
(6) A largo plazo, la respuesta a la nueva normalidad -- y para la dictadura del relativismo que la nueva normalidad está tratando de imponer en las universidades y profesiones (sin encontrar mucha resistencia), en las comunidades religiosas tradicionales (con menos éxito, hasta el momento), y en las personas (a través de la intimidación y la vergüenza reprobable, pero eficaz) -- es la reconversión de los Estados Unidos a la razón recta, la verdad moral, y una manera bíblica de ver el mundo. Este es un proyecto de varias generaciones, que necesariamente será ecuménico e interreligioso. Desde el punto de vista católico, la única respuesta posible a la nueva normalidad es un catolicismo evangélico firme: uno que muestra la verdadera felicidad en vidas de solidaridad con los demás; que une la felicidad y la solidaridad a la amistad con Jesucristo y a las verdades que enseña su Iglesia, invitando a otros a considerar "un camino más excelente" (1 Corintios 12,31).
(7) Y eso significa una catequesis profunda del pueblo católico de los Estados Unidos, no menos a través de la predicación: la predicación que desafía abiertamente el típico desdén católico demasiado frecuente ante la nueva normalidad; una predicación que llame a los católicos a la amistad más profunda con Cristo, es decir, una conversión más profunda con su verdad.
Comments from readers