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Durante muchos años, nuestra comunidad religiosa fue conocida en los Estados Unidos por ser objeto de una parodia deportiva universitaria que comparaba a los peores equipos con las Hermanitas de los Pobres.

Desde 2013, hemos sido el centro de atención por una razón completamente distinta, ya que nos vimos involucradas en una demanda contra el gobierno federal por el mandato anticonceptivo del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS).

Después de 12 años y tres victorias en el Tribunal Supremo, este verano volvimos a ser noticia cuando un tribunal federal de Pensilvania revocó la exención religiosa que tanto nos costó obtener en este caso.

Agradecemos las oraciones y el apoyo de muchas personas de buena voluntad que aprecian nuestro compromiso con la fe católica.

No obstante, al mismo tiempo, preferiríamos que se nos conociera por lo que somos, las hijas espirituales de Santa Juana Jugan, y por lo que realmente hacemos. Nuestra misión es acompañar y cuidar a las personas mayores necesitadas de todas las razas y religiones.

En el mes en el que celebramos la festividad de nuestra fundadora, Santa Juana Jugan, me gustaría destacar su vida y su espíritu, que fueron heroicos y que, en mi opinión, son más relevantes que nunca.

En un domingo reciente, el Papa León XIV predicó sobre las palabras de Jesús en el Evangelio de San Lucas 12:49: "He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!".

El Papa explicó que Jesús se refería al "fuego del amor, un amor que se inclina para servir, que responde a la indiferencia con atención, y a la arrogancia con gentileza; el fuego de la bondad, que no cuesta como las armas, sino que renueva libremente el mundo".

Nuestro Santo Padre añadió que no puede haber mayor paz que tener este fuego de amor en nuestros corazones.

Santa Juana Jugan era "todo corazón": desde muy temprana edad acogió en su corazón esta llama de amor divino.

Precoz y ferviente en la práctica de su fe, algunos de los compañeros de Juana en su juventud la encontraban un poco austera, pero eso no le impidió seguir a Jesús, pobre y humilde de corazón, de una manera radical.

Cuando se marchó de su casa, a los veintipocos años, Juana ya había rechazado una propuesta de matrimonio, invocando un cierto convencimiento interior de que Dios la quería para sí mismo, para "una obra aún por fundar".

La temporada de discernimiento de Juana duró muchos años, durante los cuales su amistad con Jesucristo se fortaleció, y su compromiso con el servicio desinteresado a los pobres y abandonados se intensificó. Dios la preparaba para la grandeza, aunque sería una grandeza envuelta en humildad y pobreza.

Cuando llegó el momento elegido por Dios, Juana Jugan reconoció el rostro de Jesucristo en la persona de una anciana pobre y ciega que necesitaba ayuda. Se llamaba Ana, y sería la primera en una larga lista de personas mayores que serían acogidas en la casa de Juana, donde se verían abrigadas por el fuego del amor que brotaba de su corazón.

Juana Jugan se unió a los pobres, sin reservarse nada para sí misma, e identificándose completamente con ellos.

Ella personificaba el ideal descrito por el Papa León cuando habló del fuego que Jesús trajo a la tierra.

El Papa agradeció a quienes llevan el fuego de la caridad a los demás, y les animó a no distinguir entre quienes ayudan y quienes son ayudados, entre quienes parecen dar y quienes parecen recibir.

"Somos la Iglesia del Señor", dijo el Papa, "una Iglesia de los pobres, todos valiosos, todos sujetos... Cada uno es un regalo para los demás".

Cuando el fuego que Jesús vino a traer quema los prejuicios y los miedos que marginan a quienes llevan la pobreza de Cristo, es que nos convertimos verdaderamente en el Cuerpo de Cristo, explicó el Papa. El Sumo Pontífice nos exhorta a ver a Nuestro Señor en los pobres, a acogerles en nuestras vidas, en nuestros hogares y en nuestras iglesias.

Santa Juana Jugan solía decir: "No olviden nunca que los pobres son Nuestro Señor".

Ella estaría totalmente de acuerdo con estas palabras de nuestro nuevo Papa. Era una mujer adelantada a su tiempo, una mujer encendida por el amor que Cristo vino a traer a la tierra.

Como Juana Jugan, ¡sean todo corazón!

Que se dejen guiar por el amor, el fuego del amor que se inclina para servir, que responde a la indiferencia con cuidado, y a la arrogancia con gentileza; el fuego de la bondad, que renovará el mundo.

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